domingo, 20 de enero de 2013

Escrito en Octubre de 2011

Ruth ha aparecido en mi casa sin avisar. No se por qué desde que estoy en la universidad mis compañeros y amigos se piensan que mi piso es una especie de sala de congregación o algo así, solo que en lugar de asambleas se fuman porros y se bebe vino. Además vino del barato, del que saber a mierda pura. Antes no pasaba ésto, bueno sí, pero sólo era Danny plantándose en mi portal a horas en las que yo no estaba disponible para llamarme y soltarme un típico:

-Tío, somos como hermanos, no me hagas ésto.

Ahora es Ruth diciéndome cosas rollo:

-Como no me dejes subir te va a decir lo que tienes que llevar de deberes tu puto padre.

Ruth nunca utiliza insultos clásicos refiriéndose a mi madre porque las dos se conocen y se quieren mucho. No se como cojones acabo siempre relacionándome íntimamente con gente que me chantajea y, a la vez, se lleva a las tres mil maravillas con mi madre. O tal vez todo sea bastante obvio y yo solo me haga éstos replanteamientos mentales por puras ganas de quejarme. 

El caso es que ha llegado hace cosa de media hora y se ha traído diez euros de hierba. A lo que yo le he dicho que tenía un bote entero que me había traído mi padre de su casa en el campo.

-Ya, pero ésta es mía y me la guardo para ocasiones especiales.

Lo que se traduce en que va a abusar de mi hospitalidad y, a pesar de que yo le ofrezco un techo, sofás cómodos y comida de calidad, se va a zampar mis reservas por amor al arte. 

-Que puto morro tienes -y me siento en el sofá paralelo, mirándola de frente, mientras me abro una coca-cola. 

Ruth sonríe con malicia, porque ella no sabe sonreír de otra forma, y se encoje de hombros mientras le da una calada al porro que se acaba de liar.

-Me adoras, tapón, y lo sabes.

Yo le correspondo con una mueca de desdén y así solo consigo aumentar su sonrisa. Muy típico. 

Ruth coge el tercio que le he sacado de la nevera, se lo lleva a la boca y le da un trago. Sus movimientos son lentos, pausados, ella jamás tiene prisa y pocas veces se pone nerviosa, es fría e impasible, una cualidad que admiro mucho en su persona, todo sea dicho. Cuando vuelve a dejar la botella de cristal en la mesa, se acomoda en el respaldo del sofá y me mira fijamente, analizándome, sopesando lo que está apunto de decir. Ruth es de esas personas que no se cortan un pelo a la hora de hablar de las cosas, pero siempre tiene que tener todas las posibilidades miradas, para no equivocarse.

Como yo, ella sólo apuesta para ganar. Sino, no juega. 

-¿Con la chica de por las tardes, qué? ¿Rollete?

La madre que la parió. 

Suelto un bufido y ella suelta una risita. Ya tardaba el imbécil de Jota en correr la voz, no se para qué le cuento nada, si es peor que una abuela adicta al Sálvame. 

-Vamos, Bosco, joder. Que somos amigos.

Enarco una ceja y asiento, cínico. Sí, amigos para lo que quiere, para los porros y para los cotilleos. Que muy fría y muy mujer fatal y viuda negra, pero bien que le gusta darle a la sin hueso cuando se trata de temas como éste. 

-Los cojones.

-¡Pero no te piques! Además, esa chica es bien. Me gusta. 

Ruedo los ojos, en serio, Jota igual. Paso de tener ésta conversación con ninguno de ellos. Menos mal que Danny está en el culo de Europa, porque sino ya sería para pegarme un tiro. Lo malo de mi genética es que suelo buscarme amigos como los de mi madre; una panda de cabrones cotillas a los que les encanta sacármelo todo para luego poder malmeter a gusto. Por diversión, claro, pero a mí me tocan los huevos a base de bien. Que no, que paso. 

Hago voto de silencio, y le digo a Ruth que si quiere algo para picar. Ella frunce el ceño, odia no salirse con la suya, yo chasqueo la lengua. Que no, que no me da la gana. Ruth asiente, suspira y le da una calada al porro.

-Bien, como quieras. Entonces cuando hable con tu madre por el whatsapp...

-¿Tienes a mi madre en el Whatsapp? -la interrumpo, estupefacto. 

¿Pero qué cojones, estamos locos? No entiendo nada. ¿Por qué mi madre les da su número a mis amigos? En serio, lo de acabar de cumplir cuarenta no le sienta nada bien. Está loca, en serio, loca. Un día de éstos me la encontraré de fiesta con mis amigos y ese día ya me pegaré un tiro. 

Ruth carraspea, está molesta porque la he interrumpido, pero me da igual. Es muy bizarro saber que mi madre habla con mis amigas por el móvil. Bizarro y perturbador. 

-Como te iba diciendo -continúa-, si no me dices nada le contaré a tu madre que hay una nueva chica en tu vida. ¿Qué prefieres, tu madre o yo?

Que zorra es, eso es un golpe de los más bajos. Ruth sabe que no hay persona más insoportable que mi madre en asuntos de mujeres para conmigo, y sabe que ella es la última persona que se entera siempre de las cosas por mi bien y el de mis parejas. Amenazarme con eso es una tramada ruin y rastrera, lo más bajo que puede caer un amigo mío para sacar algo de mi.

Danny hubiese hecho lo mismo.

Tengo que buscarme mejor los amigos.

La fulmino con la mirada.

-Eres una puta.

Ruth sonríe.

-Lo se. Y ya estás contándome cosas bonitas, amorcín. 

Resoplo. Bueno, se tendría que enterar tarde o temprano. Pero prefería mantener ésto no en secreto, pero si en un ámbito privado, al menos hasta que las cosas estén claras.

Conocí a una chica del turno de tardes el otro día. Yo había ido a la universidad a pedirle algo a Jota, aprovechando que ese día salía más pronto de mi segunda carrera, y él estaba hablando con ella. Lo primero que pensé fue que estaba buena, algo raro dentro de la clase de Jota, porque abundan las chicas poco agraciadas y con menos cerebro todavía. Y ésta, además de guapa, estaba hablándole sobre el tema político actual, y discutiéndo con Jota que pasa olímpicamente de todo lo que no sea su Skate y sus negocios turbios de mariguana. El caso es que congeniamos, la agregué al facebook, hablamos unos días, me gustó, quedamos, y ya está. 

El caso es que hemos quedado cuatro veces ya. Y el caso es que me gusta bastante. 

El aliciente es que parece normal. Quiero decir, tiene sus cosas raras, a fin de cuentas me gusta y es amiga de Jota, muy normal no podría ser. Pero no es una loca, ni una zorra, y tampoco es una loca zorra, así que eso me gusta. Porque después de tener a una terrorista emocional como primera novia, una loca sociópata como segunda, y una mezcla de las dos como tercera, encontrar a una chica aparentemente normal con la que tenga buen rollo y me lo pase bien es algo que me da buenas vibraciones. Eso le digo a Ruth. Y Ruth me dice:

-Esa chica es bien. Yo no conocí a Carla, ni a Silvia, pero con Andrea te lo advertí. Las cazo al vuelo, las mujeres sabemos de ésto. Y ésta chica me parece bien, no se, he hablado con ella y está centrada en lo suyo. Me gusta. Lo apruebo.

-Aunque no lo aprobases...

-Si no lo aprobara acabarías puteado como en tus tres últimas relaciones y entonces te diría: te lo dije, y aún te joderías más. Así que alégrate de que lo apruebe. 

Ahora mismo Ruth habla como mi madre en sus charlas madre-hijo sobre mujeres. Muy en plan: yo soy una mujer fría y fatal, así que mi super radar femenino sin menopausias caza al vuelo a las zorrillas trepas. Y me pone de los nervios ese tono, por cierto. 

Está todo bien, o eso creo. Con Carla perdí la cabeza, me obsesioné mucho con ella y terminó por hacer lo que le daba la gana conmigo. Con Silvia estuve por estar, porque realmente nunca la quise, simplemente me hinchó las pelotas y se volvió una pesada con tintes de locura. Luego estuvo Andrea, que era una mezcla; empecé con ella porque me hacía gracia, luego acabé obsesionándome, y ella pasó de estar loca por mí a hacerme la vida imposible. O sea, un combo muy bonito de relaciones pasadas que, por cierto, recomiendo no tener jamás. 

Después de unos meses de soltería, vuelvo a replantearme tener una relación. Pero de forma muy calmada, que pase lo que tenga que pasar, eso le digo a Ruth. Me gusta ésta chica, y voy a dejar que fluyan las cosas, sin calentarme la cabeza. Y ya veremos que pasa. Estoy abierto a todo. Desde algo pasajero a un tema serio. 

-Bien -me dice Ruth, asintiendo y fumando. Fumando y asintiendo-. Eso me gusta. Pero ahora no pagues tus desengaños con ella. Si lo haces no me enfadaré, llamaré a tu madre.

Sonrío, rodando los ojos.

-Lo suponía.

-Tu madre te castrará -me amenaza, apuntándome con dos dedos. Entre ellos se halla el porro que se ha hecho con mi mercancía personal-. Sabes que lo haría.

-Lo se -asiento, tiene toda la razón del mundo.

En serio, a mi madre le da igual no ser abuela en el futuro: lo haría. 

Ruth me dice que no me preocupe, que me deja decírselo personalmente a Danny por el Skype. Dice que cuando Danny le hable desesperado ella lo calmará y le dirá que no, que ésta vez, por el momento, la tía le da buena espina. Yo se lo agradezco. Si Danny se preocupase se lo diría a mi madre y entonces el apocalipsis se habría desatado. 

Ella me pasa el porro y yo lo cojo de buena gana. Le doy un par de calos. Ambos estamos en silencio. Al cabo de unos minutos le digo:

-Creo que ésta es buena.

Y Ruth sonríe de lado y me dice:

-Cariño, viendo tu historial, hasta Carmen de Mairena sería mejor que las anteriores. 

Y yo me río. Me río mucho. Me duele el estómago de reírme. 

Joder, como me estoy riendo. 

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