domingo, 28 de octubre de 2012

Siempre me dio pena Sharon, pegada a ese imbécil de William, que recorría los pasillos con sus aires de grandeza e incluso la trataba a ella como un ser inferior. Sharon me recordaba a las mujeres sumisas de los años cincuenta, siempre pegada a su novio y siempre admirándolo, mientras éste la trataba como un mero objeto y no dudaba en coquetear con otras mujeres si la ocasión se le presentaba.  No éramos amigas, tampoco teníamos un trato muy cercano, así que no vi nunca apropiado decírselo, ni siquiera cuando notaba que la chica lo estaba pasando mal. En los asuntos de pareja no debe meterse nadie, y menos alguien que no tiene confianza con los afectados. 

William la transformó, la volvió una chica altiva, obsesionada con las apariencias y con una falsa arrogancia que tan solo camuflaba su pavor a perderlo. La consumió, y ella se dejó consumir poco a poco. Se la veía mal, insegura, frustrada. Creo que en el fondo no tenía tan endiosado a William como todos pensábamos y veía todos y cada uno de sus defectos. Y creo que lo que más le molestaba era quererlo a pesar de todos ellos, y nunca han sido pocos. 

Por eso, cuando me enteré de que lo habían dejado, de que ella lo había dejado a él, no pude dar crédito. De repente, Sharon decidió que ya no quería saber nada más de él, había tocado fondo y llegado al punto de no retorno. Necesitaba vivir, creo yo, y para eso necesitaba deshacerse de aquello que la ataba a lo más oscuro del pozo. Comenzó a destacar todavía más en las clases, volvió a ser abierta como antes y su arrogancia disminuyó. Reanudó relaciones con muchas personas a las que había dejado de lado porque no aguantaban al idiota de William, y fue como verla renacer. Nadie lo entendía, la pareja perfecta se había roto, era casi surrealista.

Coincidió, casualmente, con la aparición de Taylor y su grupo de rebeldes sin causa. A veces pienso que, a pesar de todas las riñas que Sharon y Taylor pudieron tener, y de todas las putadas que se gastaron la una a la otra, en el fondo a Sharon solo le molestaba que, gracias a aquella extraña que había vuelto del cementerio social de su novio, comenzase a ver a William como lo que realmente era: un cerdo. Y creo que, en realidad, fue por Taylor por lo que lo dejó, porque ella destapó la máscara de aquel idiota para todos, y también para Sharon.

William está cada vez más hundido en su propia mierda, está recogiendo lo que ha sembrado durante éstos años. La aparición de Taylor en su círculo fue sólo una premonición, un augurio de lo que iba a suceder, de que todos los castillos que había construido en el aire iban a despedazarse. Cuando Sharon cortó con él lo vimos todos muy claro: del reino de William solo quedaban las cenizas, y nadie estaba dispuesto a ayudarle a salir del fuego. 

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