Rain era una persona que sólo hablaba cuando era necesario. Aparte de algunos comentarios cínicos, cargados de una maleficencia algo infantil, no abría la boca más que para dar indicaciones, datos importantes o, en una última instancia, quejarse de algo que no le parecía correcto.
-Porque si algo no es bueno para mí, en ese caso -decía, manteniendo su seriedad habitual- no debo hacerlo.
A Wolf le llegaba a exasperar aquella actitud deshumanizada, fría y desesperante. Aunque no podía evitar sentir algún tipo de fascinación por la figura de la muchacha. Era una mezcla entre repugnancia y admiración que no llegaba a comprender bien. Al principio, aquel torbellino de sentimientos encontrados lo habían confundido. ¿Ella le caía simpática o le resultaba insoportable? Todavía no poseía una respuesta certera para aquella pregunta, pero comenzaba a convivir con aquella sensación sin problemas. Rain era un especimen extraño, como un animal raro e inusual. Cuando un nuevo elemento de esa índole aparecía en el bosque, era normal tener reticencias hacia el mismo, o incluso llegar a odiarlo. Pero Wolf había comprendido que aquello no eran más que absurdos prejuicios infundados hacia lo desconocido, y que incluso el animal más extraño podía resultar interesante o útil, según la función que se le pudiese sustraer.
Rain era así, como un nuevo especimen extravagantemente ambiguo, y tal vez era eso lo que le hacía tolerarla. Aunque también era cierto que aquella tolerancia se debía, en parte, a la necesidad. Ambos poseían lo que el otro requería. Ella el poder de hacerle llegar al lugar deseado, él el transporte necesario para llegar allí antes de que expirase el plazo.
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